¿Qué piensa la gente que no es cántabra de Cantabria? Sé que es un poco random hacer esta pregunta pero, como estamos en plena pre campaña y a todos los políticos se les llena la boca con nuestra tierra, creo que es un tema del que deberíamos hablar más. Mi pregunta viene de una sospecha que tengo: parece que nos hemos ido tragando un discurso sobre Cantabria como un sitio idílico y al margen de todos los problemas, que no deja de ser el discurso de un estereotipo que se vende fuera de nuestra tierra.
Si habláis con gente de fuera (muchos turistas de fin de semana) os dirán las maravillas de nuestro territorio (no es para menos): buena comida, paisajes preciosos, clima tranquilo aunque con lluvia, mar y montaña. En fin, casi un paraíso. Supongo que es algo en lo que cualquier persona de aquí está de acuerdo; y supongo que es algo que le suele pasar a cualquier visitante que se encuentra lejos de su tierra, porque lo nuevo y diferente siempre gusta. Pero, como decía al principio, mi sospecha es que esta misma idea tan general sobre Cantabria no es algo único de los visitantes, sino que cada vez está más extendida entre nosotros. Cada vez escucho más discursos fáciles para definir nuestra comunidad, como si fuera solo un paisaje en el que veranear, que nos impiden pensar críticamente sobre lo que aquí pasa. Esta imagen prefabricada parece que ha llegado a mucha gente y sirve, simplemente, para anestesiarnos políticamente, para evitar que miremos nuestra tierruca con ojos críticos, que es el mayor cariño que podríamos darle.
Mis colegas “mesetarios” me dicen que Cantabria desde fuera es casi, casi, sinónimo de revillismo, de esa política de anchoas, sobaos, turismo y mucha campechanía en programas de televisión. ¿Solo esto es lo que habla de nuestra tierra? ¿Ocurre, amiga, que nos hemos creído un estereotipo sobre lo que somos? La verdad es que cuando hablo con mucha gente da la sensación de que todo en Cantabria, ese paraíso, va solo medio bien, que los problemas que existen son solamente de gestión, de que cambiando a un partido por otro todo se arregla sin importar que exista de verdad un proyecto de futuro político para nuestra comunidad autónoma. Me parece un discurso que nos lleva al autoengaño y a la autocomplacencia (total, si todo es perfecto, ¿qué voy a tener que mejorar?).
Cantabria tiene problemas evidentes que comparte con el resto del país como la sequía que estamos padeciendo y que tanto están sufriendo las ganaderías (y que necesita que tomemos medidas urgentes y valientes frente al cambio climático). Hay más, como la dificultad que tenemos los jóvenes para acceder a la vivienda o el desempleo juvenil (solo por hablar de unos ejemplos). Pero tampoco caigamos en la depresión. Pensar que Cantabria es perfecta es igual de inmovilizador en términos políticos que plantearse que está hecha un asco. Que haya muchas cosas por mejorar y por hacer no significa que no exista ningún tipo de solución. Pensar que todo está mal y que no se puede arreglar es justo lo que les interesa a muchos de aquellos que están cómodos en sus asientos políticos: no les importa que se les critique siempre y cuando puedan mantener su cargo y seguir haciendo y deshaciendo como ellos quieran.
Las tradiciones se inventan, como nos explicaron viejos científicos sociales, y esto puede reducir la complejidad de lo que es la sociedad cántabra a solo el folklore o, en este otro pensamiento, a ese lugar con preciosos paisajes, sobaos y turismo en el que todo va de maravilla. Debemos salir de esto y pensar que Cantabria es también lo que sus gentes han luchado por ella, por construir un lugar mejor y con mayor igualdad. Tenemos que pensar también Cantabria desde las vivencias y luchas que han construido lo que somos y que defienden un proyecto justo para nuestra tierra, y más con el primero de mayo tan cercano. Pensar Cantabria desde la huelga del metal, desde ASPLA, desde el conflicto de las conserveras santoñesas, y otras luchas que han pasado en los últimos meses, nos permite tener más puntos de vista sobre lo que es Cantabria y hacia lo que debería ser: no solamente la reivindicación de nuestras playas, montañas y tradiciones, sino también la reivindicación de nuestras luchas por la justicia, la igualdad y la solidaridad.