A pocas semanas de las elecciones autonómicas, como es habitual, comenzamos a vivir la sobreexposición de los líderes políticos de cada una de las diferentes comunidades autónomas. En el caso cántabro toca ver, una vez más, a Miguel Ángel Revilla envuelto en la bandera, explicándonos lo que es y lo que no es ser cántabro. “Revilla o Castilla” nos gritan desde la tribuna del poder.
Para entender esta manera de hacer política, conviene leer a Timothy Snyder, especialmente su libro “El camino hacia la no libertad”. En él, el historiador estadounidense diferencia dos tipos de política: la política de la inevitabilidad y la de la eternidad. Snyder coloca a los políticos occidentales en la primera y los confronta con Vladimir Putin, que encarna la segunda.
La política de la inevitabilidad se caracteriza por la sensación de que el futuro es más de lo mismo: “la historia engendró la nación, que, a base de guerras, aprendió que la paz era algo positivo y, por consiguiente, escogió la integración y la prosperidad”. Mientras, la de la eternidad, consecuencia de la caída de la primera, deja de prometer un futuro mejor para todos, ya no garantiza la prosperidad.
En su lugar, sitúa su nación en el centro de un relato de victimismo cíclico, haciendo que las amenazas, reales o inventadas, vuelvan una y otra vez. “Los políticos de la eternidad difunden su convicción de que el Estado no puede ayudar a toda la sociedad, sino sólo proteger contra las amenazas. El progreso se rinde ante la fatalidad” explica.
Revilla empezó a ocupar cargos públicos cuando Francisco Franco Bahamonde era el jefe del Estado, siendo una figura destacada del régimen en la región. Ya en democracia, fundó el PRC y desde 1983 es diputado por él y desde 1988 su secretario general. Dos legislaturas de vicepresidente con el Partido Popular y cuatro de presidente con el Partido Socialista, sin importar mucho las ideas, lo han convertido en la mejor representación de las políticas de la eternidad en nuestro país.
La política de Cantabria se ha caracterizado por la victimización y la búsqueda de enemigos externos (el Estado, Madrid, Bilbao, la Unión Europea, etc.) mientras la prosperidad de la población no ha hecho más que menguar. Revilla no es capaz de crear una sociedad próspera, por lo que recurre al identitarismo excluyente para sumar los votos que una y otra vez le otorgan el poder.
Mientras, casi cualquier persona con ganas y talento para prosperar opta por hacer las maletas y emprender el viaje a Madrid o a cualquier otro lado en el que la única interacción con el presidente de Cantabria sean sus esperpénticas apariciones en televisión.
Cantabria no avanza, solo razona de manera circular. Huir es casi una necesidad si no naciste entre las familias privilegiadas de la región, quienes sí tienen acceso a los fondos públicos, la mayor fuente de financiación de una región que, pese a las promesas, lejos de atraer empresas, las expulsa. Existen dos datos clave para entender esto: la población de su capital y principal ciudad, Santander, que alcanzó los 196.000 habitantes en el año 1991 y que en 2022 cuenta con unos 172.000, no crece. O lo que es lo mismo, nadie viene a vivir y trabajar a Santander, que va viendo como su gente envejece, con consecuencias clave en la sociedad, como es la falta de asociacionismo juvenil o los votos cautivos asociados a determinadas medidas.
El otro indicador, es la tasa de natalidad de las personas nacidas en España (no existe el índice con personas nacidas en Cantabria) es de 5,24 nacimientos por cada 1000 habitantes, frente a los ya bajos 8,51 de 2011. Podemos concluir que los cántabros que viven en Cantabria no pueden tener hijos, o al menos no pueden la mayoría de los que los quieren tener. De nuevo, la falta de prosperidad nos golpea.
La diáspora cántabra, que no vota aquí, por lo que no es de la incumbencia de nuestro Putin montañés, en cambio, continuará aumentando. Los jóvenes que vayan terminado su formación aquí (en caso de que sus padres no hayan decidido que se formen fuera directamente) ya están concienciados de ello y lo único que piden es que el único proyecto de prosperidad real que ha aflorado en Cantabria, el AVE, llegue a Santander lo antes posible, para poder venir a visitar a su familia los fines de semana invirtiendo menos tiempo.