Esto se trata de la seguridad de las víctimas. Esto va de violencia; de, como usted dice, poder llegar sola y borracha a casa.
Lo primero que me vino a la cabeza al enterarme de la letra pequeña nueva ley de la Ministra de Igualdad, Irene Montero, fue un “qué va, seguro es un fake o la típica gracia de Twitter”. Pero no. Infortunada yo. Era un suceso veraz.
No creo que una mujer, ministra de Igualdad, haya legislado conscientemente para reducir las penas de los violadores. Pero mi gran sorpresa es que una MINISTRA, haya promulgado tal barbaridad y tal osadía incluso cuando lo desaconsejaban todas las fuentes jurídicas al alcance del Gobierno. El código penal no soporta más patadas en este aspecto. Las víctimas, tampoco.
Y no sólo son patadas al código penal, lo son todo el sistema español, empezando por el poder judicial. Cómo se ha juzgado al poder judicial, desde otro de los poderes del estado, arrebatándoles la independencia, dudando de su formación, por su estricta manera de hacer, sin ninguna de las más elementales normas de respeto institucional.
Pensaba que vivíamos en un estado en el que prima la separación de poderes. ¿Quizás me equivoqué teniendo en cuenta de quién depende el sillón de Sánchez? ¿Cómo desde el Gobierno se puede desconfiar de su integridad y llamar a los jueces machistas por aplicar estrictamente la ley? Una ley que puede que no les guste, pero se ven en la obligación de guardar y hacer guardar.
Hablo de una ley que están utilizando los violadores como respaldo para ahorrarse unos años de pena, pero que en ningún caso ahorrará a las víctimas ni un solo minuto de sufrimiento. Ejemplo cercano es Cantabria donde uno de los agresores ya ha salido de la cárcel por habérsele reducido la pena a la que en su momento fue condenado.
Cantabria, una de las comunidades afectadas, donde el jefe del ejecutivo cántabro se ha mostrado en contra de esta ley, pero fue su partido quien apoyó su aprobación el congreso.
La responsabilidad de que ese violador esté paseando por nuestras calles y su víctima aterrada, no es de otra que de la gran abanderada del feminismo español. Irene, esto no se trata de hablarnos en femenino, de no pintar de rosa a las niñas, o de ponerle falda a los semáforos. Esto se trata de la seguridad de las víctimas. Esto va de violencia; de, como usted dice, poder llegar sola y borracha a casa.
Lo que tampoco entiendo es la supremacía con la que Montero y su equipo trabajan. Varios fueron los expertos en derecho que avisaron de que esta ley no protegería más a la víctima, sino todo lo contrario, beneficiaría al agresor.
“Defender el derecho a equivocarse” dicen algunos. No me gusta caer en populismos, pero cuando hablamos de este tipo de partidos es inevitable. Pregúntenle a una de las víctimas, qué le parece esa “equivocación”. Que cuente cómo viven con el miedo de que su agresor pueda volver a equivocarse. Es un verdadero drama al que encima parecen no querer poner solución. Hablamos de vidas rotas, marcadas para siempre. Ahora también no sólo por lo que pudo pasar, sino por lo que pasa y está pasando gracias a este Gobierno.
Todos podemos cometer errores. Pero, hay trabajos que conllevan una gran responsabilidad, la que la señora ministra, no ha tenido. Pisar sobre lo fabricado por la Real Fábrica de Tapices o moverse en un vehículo blindado, hacen que te olvides para siempre de haber pertenecido a la izquierda de patinete. Caiga quien caiga.
Y es que, si Irene estuviera trabajando en el sector privado, ya habría llamado al SEPE para pedir cita, debido a “la transgresión de la buena fe contractual”.
En primer lugar, la transgresión exige una violación de los deberes de fidelidad y una actuación con CONOCIMIENTO por parte del trabajador. No es necesario dolo, sino una negligencia culpable, en el sentido de que el trabajador ha sido imprudente o no ha tenido el cuidado que se debe tener.
En este caso, queda más que demostrado que esta “trabajadora” no ha tenido ese cuidado; no ha escuchado a los expertos, no ha escuchado a los jueces, y razón por la que queda más que demostrada el fallo.
Seguramente también haya desaparecido la confianza entre la “empresa” Pedro Sánchez (antes llamada PSOE) y la trabajadora, Irene Montero. Y aunque no nos vamos a enterar, así debiera ocurrir. Pero ese es otro cantar. Para hablar del Presidente necesito, al menos, tres tribunas y trescientas dosis de paciencia más.
Todo esto, amigos, se resume a las nuevas maneras de hacer política: trabajar con superioridad, bien agarrado al cargo porque es finito, pensando que las leyes pueden salir con el primer café de la mañana. En suma, una política mediocre, revanchista, chunga, soberbia y tremendamente dañina.
Por todo, por todas: Irene, hermana, debes dimitir.