De lo que pasó el jueves 8 de septiembre en el Escenario Santander
¿Se puede poner una sala repleta de gente patas arriba sin apenas levantarse de una silla?
La respuesta claramente es sí. Anoche en el Escenario Santander, Manu con su guitarra y acompañado por Lucky Salvadori a la guitarra y Miguel Rumbao a la percusión, montaron la fiesta más increíble que se puede imaginar sin apenas moverse de sus sillas y en acústico.
Pasaban las 21.00 horas y ya se respiraba muy buen ambiente en la sala, sonando grandes bandas como Alpha Blondie que propiciaban ese flow. Minutos más tarde aparecieron sobre el escenario representantes de la Asociación Cultural Octubre de Torrelavega, anfitriones del evento ya que la presencia de Chao se debe a la celebración del décimo aniversario de esta asociación. Tras sendos aplausos y ovaciones hacia la labor de dicha asociación, apareció el aclamado artista ataviado con su inconfundible estilo: gorra, collares y su mítico pañuelo palestino luciendo su eterna sonrisa y buenrollismo que no hacía falta contagiar a una sala que ya estaba entregada desde el minuto cero.
Tras tomar asiento después de saludar al público con aplausos y alegría, comenzaron a sonar los primeros acordes y no miento si a la sala entera se nos encogió el corazón por la emoción de escuchar a ese ser humano que tanta huella ha dejado generación tras generación.
El primer corte ‘Vecinos del mar' ya vaticinada lo que sería una noche épica, haciendo una alegoría a la libertad con versos como ‘Vuela libertad y ábreme el camino' A partir de este momento las canciones comenzaron a fluir sin apenas darnos cuenta del comienzo y final entre otra sin dejar de tener a casi mil personas conectadas y latiendo al unísono himno tras himno.
En el reportorio no pudieron faltar clásicos tanto de Mano Negra como de Manu Chao: ‘Me llaman Calle', ‘King of the Bongo', ‘Desaparecido', ‘Clandestino'… Se podría decir que no hubo un momento álgido en la noche, ya que no hubo un in crescendo puesto que el ritmo fue brutal desde el comienzo hasta el final. Aunque, sin duda, un gran momento de venirse muy arriba fue cuando sonó ‘Mala vida' y si alguien piensa que sin esos inconfundibles metales no podría sonar de lujo y con un ritmo imparable, está confundido. Solo bastó un papapaparapapá para volvernos locos y no parar de bailar hasta desgastarnos y fundirnos con el sudor.
Pasada una hora y entre lololos, papapapas y a la bim a la bam llegó el que pensábamos que sería el casi final del concierto, pero lejos de ahí estábamos en el ecuador. Aún faltaba poco más de una hora hasta el llegar al final. Haciendo un perfecto collage conceptual de su repertorio fue pasando de un corte a otro, ralentizando el final de un tema y enlazando con el siguiente, haciendo regresiones y evocaciones de una a otra a otra y con reivindicaciones hacía la paz, en contra de los políticos corruptos y siempre añorando y aclamando a la esperanza “pase lo que pase, la próxima estación siempre será esperanza”.
Fue llegando el final, se dio la más grande despedida que podría ser como broche final, con un Manu Chao incansable, bailando, aplaudiendo y siendo el último en abandonar el escenario con un público que no paraba de sonreír y saborear los últimos instantes frente a él.
Tengo la sensación que las casi mil almas allí presentes salimos con una emoción y una sensación de paz y alegría indescriptibles, mientras nos alejábamos del parque de las Llamas se oía cantar y bailar al ritmo de sus canciones.
Por María Peña